Historia

Eran aquellos heróicos años del comienzo de la contactología en España. Duros, como todos los comienzos, más si cabe en aquellos años, los sesenta en una España de escaseces y muy cerrada al exterior, así todavía era todo un poco más difícil. Como decía fue entonces cuando dos pioneros de esta técnica, Esteban Rouzaut y José Mª Castivia comenzaron a distribuir las lentes de contacto de Arnhold Contacta, de París, en España.

Lentes rígidas, claro, no había otras en aquella época, tan rígidas como los asientos de aquel tren que numerosas veces les llevaba a París. Como decía la canción «si vas a París papá, en el rápido de Irún…» y de rápido aquel tren no tenía absolutamente nada, sobre todo si lo comparamos con los medios de transporte de hoy en día. El avión, desde sus ciudades, cercanas a la frontera, ni se lo planteaban.

Lógicamente aquellas lentillas, como entonces se les llamaba sin ningún complejo, necesitaban un sistema de limpieza y con los medios de transporte de mercancías de aquella época era inviable traer de París los botes de solución de mantenimiento, además las trabas burocráticas para las importaciones eran muros infranqueables. Por todo ello, optaron por fabricarlos aquí en España. Así fue como empezó a conocerse y valorarse esta marca en España.

Qué poco imaginan los ópticos actuales lo que costó entonces introducir un concepto revolucionario como eran las lentes de contacto, que muchos valoraban como un cuerpo extraño dentro del ojo, y además con la descalificación que muchos oftalmólogos de aquella época hicieron de estas lentillas.

Luego vinieron las lentillas kleenex que se decía iban a acabar no solo con las lentes de contacto convencionales, sino también con las gafas. Ahora les llamamos desechables y desde luego siguen existiendo las gafas. Más tarde han llegado otras alternativas y todas conviven.